Las 7 maneras más locas de acabar una serie

/ 10 enero, 2019

Advertencia: este post está lleno de (no tan divertidos) spoilers. Lee bajo tu propia (i)rresponsabilidad. Dicho esto, sigamos.

Si hay algo que está demostrando la ficción televisiva es su inagotable capacidad para reinventarse, arriesgarse o reciclarse sin miedo. Vivimos, como espectadores, años de producción salvaje y calidad indudable. ‘The Terror’, ‘Atlanta’, ‘Inside Nº 9’, ‘Sharp Objects’ y otros clásicos que no se terminan de ir como ‘Breaking Bad’ cuando aún tienen en producción un spin-off absolutamente brillante. Si a los seriéfilos cada vez nos cuesta más elegir qué ver no es por falta de calidad, sino por indecisión. 

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Por otro lado, no parece importar tanto cómo empiezan estas historias sino cómo acaban. Y los finales, le pese a quien le pese, no son tan fáciles de escribir. Arriesgar en un piloto potente —como aquel de ‘Fargo’— se antoja tarea sencilla al lado de cerrar decenas de tramos y arcos argumentales sin mucho sentido. Todo debe concluir en algún momento. Pero ¿cómo?

No imaginamos la atenazante presión que han debido de sentir muchos guionistas a lo largo de sus décadas de oficio. Eso sí, no lo hagáis tan mal como los que siguen. ¿A quién se le ocurrieron estos epílogos, los escribieron tras la cena de empresa en plena chispa navideña? Al menos estuvo bien… durante un tiempo.

Viajar a través del tiempo

A ver cómo explicamos esto: si no eres el Doctor Who, deja los planos dimensionales aparcados. Y si no eres un buen narrador, deja las elipsis de 10 años para la citada ‘Fargo’. Muchas series recurren a este truco para volver —¡hola, chicas Gilmore!—. Otras simplemente quieren decir adiós a las tramas abiertas y saltan hacia adelante como un nadador olímpico con los ojos vendados.

‘Will & Grace’ le dijo adiós a su serie original con el siguiente recurso: sus respectivas parejas se daban tiempo. Dos décadas de distancia, para ser exactos. Amigos rompiendo amistades porque hacía falta. El revival, como tantos otros comienzos de temporada, tuvo a bien fingir aquel desenlace porque, bueno, había que seguir manteniendo la química a toda costa.

‘Felicity’ recurrió a la misma treta. Y ‘Weeds’, la serie donde Mary-Louise Parker se convierte en traficante de marihuana, replicó lo ídem, contratando para unos minutos a algunos de los icónicos personajes de la serie… y despidiéndolos minutos después. ¿La culpa? Llegar a una octava temporada sin saber qué contar. La nieve como recurso dramático está demasiado visto.

Todo ha sido un sueño

Meme absoluto, chiste sin mucha gracia, acabar una peli con el clásico “todo estaba en la cabeza del prota” o “lo ha soñado” es un girito pobre, un deus ex machina de guionista con ganas de siesta. Existen ejemplos con dignidad: ‘Abre los ojos’, ‘La escalera de Jacob’ o ‘Mulholland Drive’. Pero hacerlo en una serie, yendo de la mano de sus protas durante temporadas, sintiendo sus penas y alegrías, es de traca.

Ya sabes de qué serie hablamos, de ‘Los Serrano’, con un Antonio Resines rodeado de hombres y mujeres hechos y derechos haciéndose pasar por chiquillos de 10 y 12 años. Cualquier cierre hubiese sido más apoteósico que ese descacharre. Incluso no explicar nada y decir adiós y buenas noches, como hizo ‘Expediente X’.

No te explicamos nada, búscate la vida

Aunque los expertos en no contar haciendo como que cuentan llevan otro nombre: J. J. Abrams y Daniel Lindelof, confabuladores maestros, autores de ‘Perdidos’. Has leído el titular y ya estás pensando “jaja lol”. No, aquí hemos venido a sacar los trastos viejos, a limpiar el garaje.

El final de ‘Lost’ era basura, te guste o no. «Están en un especie de purgatorio y van a morir». Osos polares, bombas de radio de explosión controlado, ese final volcánico, ese vórtice del mal no era sino falta de dinero para hacer otras cosas y hacerlas mejor.

Además, si en una serie no se entiende NADA del final, es que algo falla. Pasarse de críptico por ausencia de guionistas en la sala no es un recurso demasiado inteligente. La ciencia ficción ya ha pecado demasiadas veces con este truco —’Battlestar Galactica’, te miramos a ti—.

Mata al personaje, because reasons

¿Alguien recuerda el final de ‘Prison Break’? Si la respuesta es “no”, bien. Tienes suerte de no haber pagado ese peaje. Si la respuesta es “sí”, te entendemos, cuesta superar el trauma.

La primera temporada nos mantuvo absortos. Todos pegados a la tele siguiendo las desventuras de Michael Schofield, su hermano y una novia, Sara Tancredi, lista como ella misma. Luego llega la muerte en formato cutre, mafias sin sentido, el prota se quita los tatuajes porque su vida se ha puesto seria y, finalmente, mejor morir de cáncer. Una tumba y fundido a negro. Ya, bueno, como en ‘A dos metros bajo tierra’ pero sin poesía, sin estilo y sin canción top.

Matar al protagonista es algo bastante loco si toda su mitología gira en torno a la supervivencia. Ya sé lo que nos vas a contestar: series como ‘Breaking Bad’ también mataron a su prota. Y Walter White también era un survivalista. Pero al menos ese era un final deseado para un villano, un cierre perfecto para uno de los muchos personajes. Aunque, bien pensado, peor hubiese sido dejarlo huir, hacerlo superviviente de un naufragio que ni el del Pequod, como en ‘Dexter’.

Y, puestos a hablar de asesinatos sin sentido, el premio al más loco se lo llevan en ‘Dos hombres y medio’. Los escritores presentan una aparición estelar de Charlie Sheen, quien había abandonado la producción años atrás. Lo hacen usando un doble y lo matan al cabo de unos segundos. Aplastado por un piano. Una especie de venganza cómica para unos guionistas demasiado rencorosos.

Salir de casa

‘Friends’ acabó de una forma sencilla: todos se mudaron a vivir a otro sitio. Demasiados bebés, falta espacio. Los personajes no sienten nostalgia, sino cierta incomodidad. ‘Blossom’, el clásico de los 90, acababa de la misma forma: la adolescente se emancipa. ‘El Príncipe de Bel Air’ dice adiós a su familia de acogida con una despedida que dejaba la mansión de los Banks completamente vacía.

Y eso que la serie iba a finalizar en la cuarta temporada, cuando Will se queda en Philadelphia e informa a sus tíos de que no volverá. Las oficinas de la NBC se llenaron de cartas con protestas y amenazas y la productora terminó por rodar dos temporadas más.

En cualquier caso, parece que salir de casa es una especie de exorcismo autoconclusiva. Como si los guionistas que se marcharon a cursar letras en las universidades y pasaran a vivir en las residencias de las facultades, estuvieran matando sus pasados por las bravas. Demasiada tragedia griega para tres comedias de situación como las que hemos citado.

Final feliz (cuando nadie pedía eso)

No es un final loco, pero sí una simplez. Darle carpetazo a una serie con una boda cuando nadie quiere eso, para qué. ¿Queréis ejemplos? Lo vimos en ‘The OC’, ‘El séquito’ o en ‘Sexo en Nueva York’, serie feminista con final machista.

Si algún guionista nos está leyendo, aquí va nuestra apuesta: si quieres acabar una serie en boda, hazlo bien, como en ‘Sense8’. Echar azúcar a cualquier plato no es la mejor forma de elaborar la receta, por más dulce que parezca sobre el libreto.

Traumas varios para niños

No vamos a hablar de cómo David el Gnomo se convierte en árbol y un zorro llora lágrimas de cocodrilo. En cierta medida, este era un final coherente y en sintonía con los tropos inherentes en una ficción infantil que nos recordaba, episodio a episodio, que nuestra vida forma parte de un ciclo y somos parte de un todo, parte de un planeta que deberíamos cuidar.

Hablemos mejor de cómo la Alien Task Force se lleva a Alf mientras espera que su gente lo recoja, a nuestro querido extraterrestre más majo que ET y más gracioso que Bart Simpson. ¿Sabes lo que vendrá después? Lo van a torturar, van a interrogarlo hasta destruir su fortaleza mental, lo van a diseccionar… ¡Va a ser un maniquí expuesto a mil pruebas militares y médicas! Ese fue el cierre en forma de película que se le ocurrió a la NBC.

Y sigamos con el final de ‘Dinosaurios’. A España no llegó el aviso que TV Guide incluyó, una advertencia diciendo que, bueno, este episodio podría molestar a sus espectadores más jóvenes. Ese final tenía nombre y apellidos: meteorito apocalíptico. El mismo que extinguió toda forma de vida de cierto tamaño, que hizo desintegrar piel y hueso. ¿No se supone que estábamos ante una sitcom teen?

En situaciones como estas, solo se nos ocurre un corte a negro audaz. Con toda la rabia que produjo el final de ‘Los Soprano’, nos consta que es mejor hacer rabiar al espectador antes de simplemente traumatizarlo, dejarlo congelado por un desenlace irresponsable o simplemente lanzar un meteorito.

Imágenes | NBC, HBO, Wikimedia (archivo)

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