Con su quinta entrega, ya disponible en Orange TV, a través de Netflix, ‘Black Mirror’ ha vuelto a poner el dedo en la llaga del hombre moderno analizando su relación con la tecnología: sus errores, sus miserias, sus puntos débiles.
Son tres distopías situadas en un futuro relativamente inmediato en las que esos avances tecnológicos y su uso por parte del ser humano son puestos en tela de juicio. Si ya has disfrutado del estreno, te invitamos a que continúes leyendo. Porque vamos a descifrar y analizar esos ‘recados’ que el satírico crítico de televisión, escritor y showrunner Charlie Brooker nos manda con estos tres nuevos episodios.
Sí, habrá spoilers.
‘Striking Vipers’ o el límite entre realidad y fantasía
El capítulo inaugural es un golpe de efecto… De efectos especiales. Prima la espectacularidad de la premisa: trasladar a la pantalla la acción de un videojuego de lucha (un guiño a ‘Street Fighters’) que es al tiempo una experiencia de realidad virtual muy nítida.
Tan real que los jugadores toman el nombre de sus avatares, pero también se adueñan de sus cuerpos y de sus emociones, gracias a esos dispositivos que ya hemos visto antes en ‘San Junipero’. No es el único punto en común.
‘Striking Vipers’ también es una vía de escape y un espacio de libertad. Una manera de experimentar sensaciones que son imposibles fuera de ese entorno controlado, fabricado para ser perfecto. Fuera de él, no saben cómo lidiar con esos sentimientos: como si no supieran donde acaba el avatar y empieza la persona. En San Junipero, Yorkie podía caminar y amar a quien quisiera.
El mensaje es algo menos trágico. Entreabre la puerta a un futuro en el que podemos aprender a integrar la tecnología en nuestras vidas de una forma no tóxica
La diferencia es que esta vez la experiencia no es eterna. Pero plantea el mismo dilema de la elección entre el mundo real —matrimonio, rutina, búsqueda sin sentido— y la fantasía.
Con ese final en el que los protagonistas encuentran la solución en el equilibrio, Brooker demuestra ser mucho más benevolente con ese ser humano al que suele tachar de insaciable y considera destinado a ser víctima de sus adicciones y sus abusos.
Pese a las advertencias que lanza sobre el uso desmedido de los videojuegos (el aislamiento, la confusión), el mensaje es menos duro: está bien salirse de la realidad, mientras seas capaz de volver. Aunque no deja por ello de avisarnos de que corremos el riesgo de preferir lo irreal.
‘Añicos’ o la tecnología que nos acerca (y nos separa)
Ni todo es ciencia ficción ni el trasfondo que hay tras esos modernos avances de ‘Black Mirror’ nos es ajeno. ¿Quién no se ha sentido solo rodeado de gente que presta más atención a sus móviles que a la conversación? ¿Quién no ha experimentado cierto agobio ante ese alboroto de teclas, timbres y notificaciones que nos acompaña, como una banda sonora?
Chris, el protagonista de este relato más humano y cercano (y que nos sitúa en el presente), mantiene una cruzada contra Smithereen, una aplicación similar a WhatsApp, y contra su creador, el gurú tecnológico Billy Bauer, un personaje que inevitablemente hace pensar en Mark Zuckerberg.
Su discurso y su actuación parecen los de un desequilibrado. Pero es su forma de enfrentarse a un sentimiento de culpabilidad demasiado pesado. Pese a que fue su distracción con el móvil mientras conducía lo que provocó un accidente mortal, como en ‘Ahora mismo vuelvo’, necesita compartir responsabilidades.
Porque si alguien no hubiera creado esa aplicación, el ser humano sería más libre. Si los hombres pudieran apartar los ojos de sus móviles (de ahí ese guiño del tema final, ‘Can’t take my eyes off you’), recuperarían las conversaciones. Y su prometida estaría viva.
“Si el cielo se volviera lila no os daríais cuenta en un mes”
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Con su relato pone voz a ese debate que es el eje central que vertebra toda la serie: ¿es la tecnología mala per se o es que la humanidad está destinada a caer en sus redes?
Pese a lo trágico de su pasado y a la ausencia de un final feliz más allá de esa catarsis que supone para él poder por fin contar su historia, volvemos a encontrar un balance en el desenlace. La tecnología nos separa, sí. Pero también es capaz de conectar a una madre con las palabras y las emociones de su hija muerta. Darle la respuesta a las preguntas que nunca pudo hacerle.
‘Rachel, Jack and Ashley Too’: ha nacido una estrella
Inteligencia artificial, hologramas vivientes, copias sinápticas que hacen posible contener la identidad de alguien en un USB. Aparatos capaces de extraer el resultado de la actividad creativa del cerebro. El cierre de esta trilogía es todo un despliegue de tecnología futurista.
Aunque dramatiza sobre una cuestión actual: el fenómeno de los ídolos de masas venerados por adolescentes. Como Hannah Montana. Tanto desde el punto de vista del artista como desde el de sus fans, encarnados en una adolescente que encuentra en una réplica robótica de su ídolo el calor ‘humano’ que le falta en su vida.
“Es la única persona que me trata bien”
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Por eso no es casual que Miley Cyrus sea la protagonista. Brooker parece inspirarse en la historia real de la exestrella de Disney (su viaje iniciático hasta convertirse en Miley) para crear a Ashley O. Eso sí, pasándola, antes de contarla, por el tamiz de la ‘perversión’ tecnológica y de la exageración.
También a la industria musical, en la figura de esa cruel representante que explota a su estrella en beneficio propio. Brooker nos presenta un negocio dedicado a manipular el talento, modulando la personalidad de sus estrellas a su antojo y acallando su auténtica voz. Ayudada, además, por una tecnología capaz de lograr hitos tan alucinantes como terroríficos.
La fe de una niña, el empoderamiento femenino, el poder de la verdad y la tecnología como herramienta que, esta vez sí, también participa favorablemente, son los elementos con los que juega para lanzar su mensaje de una forma mucho más digerible. Para transformar un relato angustioso en una aventura juvenil con final feliz.
¿Cómo encaja esta temporada en el universo de ‘Black Mirror’?
El ritmo, el trasfondo y la ejecución son radicalmente distintas en cada caso. Pero los tres episodios están cortados por un mismo patrón: el de fábula que invita a mirarnos en el espejo de la sociedad actual. Siempre a partir de un relato en clave de hipérbole.
Sin embargo, esta nueva entrega viene marcada por cierto optimismo. El mensaje es algo menos trágico. Entreabre la puerta a un futuro en el que podemos aprender a integrar la tecnología en nuestras vidas de una forma no tóxica. Y en el que el progreso puede usarse en beneficio de la verdad, aunque con implicaciones más positivas que en ‘Cocodrilo’.
No estamos acostumbrados a esta voz. En sus historias, esa tecnología diseñada para facilitar la vida y suplir carencias acaba por crearles desasosiego y condicionar sus sentimientos y sus decisiones, como en ‘Toda tu historia’. El hombre parece destinado a no saber usarla. Esta vez Brooker ha decidido darle una oportunidad a ambos.
Tampoco es que nos libremos de esa colleja simbólica. Ni el ser humano ni sus creaciones. En ‘Añicos’ se hace una clara alusión a la falta de privacidad del usuario y al poder que una aplicación puede llegar a tener al disponer de toda la información personal de quien se la descarga. Y se insiste en la idea de que un exceso de comunicación puede conducir a las personas, paradójicamente, a la incomunicación.
A pesar de su tono distendido, ‘Striking Vipers’ advierte sobre los peligros de pasar demasiadas horas frente a una pantalla fingiendo ser otro. Y ‘Rachel, Jack and Ashley Too’ es una manifiesta crítica (como ya lo fuera ‘15 Millones de méritos’ respecto los realities) a una industria musical cuyas estrellas son productos fabricados aupados por el fenómeno fandom.
Podrá cambiar su forma de contarnos las cosas, pero la esencia de ‘Black Mirror’, su objetivo como serie, se mantiene tan fresco como el primer día.
Imágenes | Netflix