Analizando la utopía: qué hemos aprendido de la 4 temporada de Black Mirror

/ 15 enero, 2018

Dicen que Black Mirror es una serie moralista, y su autor, Charlie Brooker, un ludita obsesionado con aleccionarnos sobre los peligros tecnológicos. Nada más lejos: si hay algo peligroso en la tecnología está en las manos de quienes la usan. Nosotros somos jueces y verdugos de sistemas creados —y optimizados— para nuestro bienestar.

Esta es una idea que la serie ha explorado hasta el final (literal) de nuestra civilización. La cuarta temporada no se anda con zarandajas: si vamos caminos de la destrucción total nunca será culpa de las herramientas, sino de las funciones que atribuimos a las mismas. Camino de 100 easter eggs que conectan cada recoveco de la serie, te contamos cuánto han dado de sí los seis capítulos de esta nueva temporada, que ya puedes ver en Orange Tv aprovechando nuestra promo de tres meses gratis de Netflix.

USS Callister (Toby Haynes)

El capítulo de apertura se abre usando una serie de recursos que nos retrotraen a la televisión de los 80. Ratio de aspecto 4:3, granulado y aberración cromática. ¿Para qué? Para recordarnos a esas space operas como Star Trek donde su fandom vive completamente absorto e intoxicado a través de sus propias reglas.

Un genio de la programación, incapaz de lidiar con los problemas diarios, vive su propia safe zone en un videojuego de su propia creación. El Capitán Daily es un marginado en el trabajo y un misógino abusador en el mundo ficticio. ¿Qué aprendemos de este capítulo? Que siempre puede haber —y lo hay— alguien más listo que tú. Y que el camino del abuso de poder tiene las patas muy largas pero, en un momento u otro, alguien puede acabar cortándoselas.

Arkangel (Jodie Foster)

Ya desde el primer plano advertimos a una madre preocupadísima por su hija. Marie vive la maternidad a través de una sobreprotección algo tóxica: un dispositivo insertado cuando la niña es aún preescolar advierte de los peligros que esta puede sufrir. Controla el ritmo cardiaco, pero también sirve como cámara de seguridad. ¡Podría salvar vidas!

Pero, ¿a qué precio? Invalidar ciertos estímulos puede generar graves carencias en nuestra educación emocional que desemboquen en una inestabilidad. El capítulo se despereza cuando en la segunda mitad se establece un paralelismo con el bloqueo/hurto emocional a través de un pilar de apoyo clave en el desarrollo emocional de la protagonista. ¿Moraleja? Si lo apuestas todo, todo puedes perderlo.

Crocodile (John Hillcoat)

Una vez más se coquetea con la idea de las memorias públicas, por orden gubernamental. Tanto el episodio como el dispositivo usado reciclan modus de otros, lo que nos indica que el universo ficcional de Black Mirror está conectado y unos gadgets pueden ser versiones más o menos evolucionados de otros.

En una glacial Islandia, una pareja de amigos se enfrenta a un terrible accidente tras una noche de fiesta. En su huída hacia adelante, estos dos personajes se volverán a encontrar, confrontarán, y tendrán que hacer frente a sus pecados. ¿Los expiarán? Si algo nos ha enseñado Black Mirror repetidas veces es que nadie escapa a la implacable tecnología. Cuanto más eficaz se vuelve, más pone de manifiesto nuestras “ineficacias”, tintadas de lunares morales.

Hang the DJ (Timothy Van Patten)

A diferencia de otros capítulos de corte más pesimista, Hang the DJ es una carambola metaficcional —una simulación dentro de una simulación— que rompe con los ideales del amor romántico y cree en el amor a primera vista, cree en la intuición y no en la falsedad impuesta por mecanismos virtuales. Aunque a su vez no sabe, ni quiere ni puede desprenderse de ellos.

El título del corte hace referencia a la canción de los Smiths del mismo nombre. Una canción que habla de psicosis, de pánico e inseguridad, y que cuelgues al DJ porque esa música que está poniendo no tiene nada que ver con tu vida real. No toda la certeza está en los números, en esa elusiva y falsa seguridad que sólo sirve para marcar una meta que invalide el límite de nuestros deseos.

Metalhead (David Slade)

¿Un mundo rodado en blanco y negro? Un mundo final donde ya no queda libertad, apenas el andamiaje de un pasado más furtivo. Pero aún una madre —o amiga, o vecina— quiere conceder un regalo a un niño. Y no corto ni perezoso, para ello se embarca en un viaje terrible terrible por peligroso.

Una especie de robots, llamados perros, imitan la pericia de éstos a la hora de correr y cazar como depredadores letales a cualquier presa. El equipo intentará acceder a una especie de almacén de Amazon y satisfacer ese anhelo definitivo, el último capricho. Pero aún queda preguntarse sobre el final —que no desvelaremos pero insinuaremos—: ¿por qué? En un mundo lo suficiente tecnificado no hay lugar para las emociones.

Black Museum (Colm McCarthy)

Trufado de guiños entre unos y otros capítulos, Black Museum adopta la forma de episodio antológico y toma las distintas historias que hemos visto como vínculos en un tour del horror, un tren de la bruja convertido en museo del crimen. Porque sí, todos esos gadgets ahora son ilegales.

Sin explicar cuándo es ese “ahora”, este episodio epistolar dibuja un mad doctor gótico —que habrá en último término beber de su propia medicina— muy del gusto británico que encantará a más de un lector. ¿Y qué sapiencia nos regala? Esta es más ambigua, pero conecta con la temporada general y con la capacidad de “recordar”.

Un leitmotiv en absoluto oculto: el género femenino es director y parte nuclear de toda la temporada. Y le sienta genial. Ahora sí vienen unos poquitos spoilers: en USS Callister el protagonista masculino es barrido por una némesis femenina. La contraposición en Arkangel se da entre dos mujeres, madre e hija. Crocodile impone una serial killer que no piensa renunciar a lo obtenido mientras que en Hang The DJ el coprotagonismo desaparece cuando un arco entero describe el tránsito emocional de ella, líder y aguda detectora de mentiras.

Y seguimos: en Metalhead todos pierden la cabeza (literal) menos la madmaxiana protagonista; y en Black Museum tenemos una badass de raza negra que piensa tirar a la basura las moralinas de fantasía a favor de una historia personal, absolutamente familiar. Como decíamos al comienzo, unos y otros capítulos se basan en desarrollos anteriores o ulteriores, dando a Black Mirror, más que nunca, una mecha sólida, una homogeneidad pétrea.

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