Aviso a navegantes: todo esto es sobre lo que nos advierte ‘Black Mirror’

/ 7 mayo, 2019

«Si la tecnología es una droga, ¿cuáles son sus efectos secundarios?». Mucho ha llovido desde aquella sentencia que pronunciara Charlie Brooker, creador y showrunner de ‘Black Mirror,’ en una cacareada entrevista para el diario ‘The Guardian’. Desde entonces la frase ha sido formulada de distintas formas, comparando cigarrillos con teléfonos móviles e incidiendo en las distintas aristas de la tecnología en nuestro mundo biológico.

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La multipremiada serie conecta con una iniciativa de Orange de corte más realista o, como mínimo, más verosímil. Pero que idénticamente habla sobre ciertos peligros: el grooming, sexting, cyberbullying o sharenting son retratados en distintos vídeos de la campaña Por un uso Love de la tecnología, breves piezas que han terminado proyectadas en colegios y ayuntamientos, por todo el territorio nacional.

¿Quién está al otro lado?

¿Sabes lo que es el grooming? Consiste en «relaciones de amistad con completos desconocidos». Esto puede afectar a varios niveles: los padres permanecen ajenos de lo que ocurre en los perfiles de los hijos, pueden convertirse en víctimas de ciberacosadores sexuales.

Y es que, en internet, las apariencias engañan. El anonimato es un arma peligrosa y la falta de confianza, su munición. Así se aprecia en ‘Hated in the Nation’, el que para muchos es el capítulos más completo de ‘Black Mirror’. El juego es el siguiente: aquella persona que reciba más amenazas de muerte mediante el hashtag «#DeathTo» será asesinada.

Un juego que implica a un ministro de Hacienda y a varios famosos, un juego de consecuencias peligrosas que se vuelve en contra de todos aquellos que usan su anonimato para condenar a otros. Finalmente, las 387.036 personas que figuran en la lista de quienes usaron el hashtag son asesinadas por un ejército de minidrones autónomos, un tipo de insectos que, debido al colapso de las colonias de abejas por el calentamiento global, fueron creados para suplir sus funciones.

¿Alguna moraleja? No confíes a la tecnología aquello que podría hacer la naturaleza mejor que tú. Internet es una maravillosa herramienta para buscar locales en el callejero de una ciudad desconocida, para conectar entre amigos que llevan años sin hablarse o para documentarse sobre ese TFG que se te resiste. Pero no todo el mundo les encontrará la misma utilidad.

Deja el móvil lejos del volante

Una de las campañas más cotidianas entre telefonía y circulación vial es la que dice “cuidado con el móvil al volante”. Fue uno de los mensajes clave en ‘Por un uso Love de la tecnología. Y en ‘Black Mirror’ fue usado como un breve conector para después erigir toda una narrativa en torno a ese terrible error.

Así comienza el episodio ‘Crocodile’: dos jóvenes se despistan y atropellan en plena carretera a un ciclista. El conductor quiere avisar a la policía y confesar, pero la chica le convence para no acudir a las autoridades. La cómplice le ayuda para tirar el cuerpo al mar. Un crimen que está a punto de salir a la luz: una compañía aseguradora del futuro exige ver los recuerdos de las personas para validar el contrato. La joven vuelve a estar en un callejón sin salida. Y decide tirar adelante con todo, con su pulsión homicida y evitar cualquier confesión.

La lectura de recuerdos como arma arrojadiza ya es algo que exploró la serie en ‘The Entire History of You’, mediante un implante en la memoria que sirve de dispositivo de grabación para incluso rebobinar cualquier duda del pasado. Claro, no es lo mismo mentir en una relación que cometer un crimen: hay recuerdos que conviene no barrer bajo la alfombra. Ah, por si no lo sabías: todos los capítulos del universo ‘Black Mirror’ están conectados en distintos lapsos de tiempo.

Somos dueños de aquello que callamos

El cyberbullying va más allá del simple acoso selectivo. O del “bueno, pero mi hijo no es de esos”. Puede ser en clave de stickers para humillar en un grupo de WhatsApp o utilizando datos sensibles para obtener algo a cambio. Porque el 15% de los jóvenes entre 12 y 17 años comparte contenido sexual online y el 31% de los jóvenes menores de 16 años recibió fotos de contenido sexual de algún tipo. No lo decimos nosotros, son datos de Por un uso Love de la tecnología.

‘Black Mirror’ ha ahondado en varias cuestiones con distinta fortuna. La serie ya tuvo un arranque arriesgado con ‘The National Anthem’: el hipotético primer ministro Michael Callow tiene delante un dilema salvaje. O mantiene relaciones sexuales con un cerdo y se graba en directo o Susannah, la querida princesa y miembro adorado de la familia real, será asesinada por sus captores.

En clave similar pero cambiando el smartphone por un portátil nos topamos con ‘Shut Up and Dance’: un aparente virus infecta el ordenador de un chaval y ahora tiene que elegir, o seguir las órdenes que le mandan por SMS un extraño grupo o sus secretos más privados serán publicados. ¿Qué dirán de él sus compañeros de instituto, la gente que lo ve como un miembro estable de su comunidad?

Secretos, al fin, tan adolescentes como masturbarse frente a la webcam o enviar algún que otro mensajito subido de tono. Nada comparado con lo que el grupo terrorista está dispuesto a hacerle si no se limita a seguir órdenes. Mucho cuidado con lo que compartimos.

¿Protección o vigilancia intensiva?

Por supuesto, de nada sirve demonizar cada uno de los actos de nuestros hijos. Tal vez nuestra obsesión por un acercamiento a su día a día termine por condenarnos a una distancia irreducible.

Algo así planteaba ‘Arkangel’, el segundo episodio de la cuarta temporada. Una madre, tan preocupada por la seguridad de su hija, toma la decisión de implantarse un dispositivo de monitorización. Pero no es solo un GPS, también es un inhibidor de ciertas emociones que la llevan a disociarse completamente de emociones tan básicas como el miedo.

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Los padres tampoco andan exentos de culpa. Que nadie crea que solo los niños son los irresponsables y los mayores unos arcángeles protectores. Como apunta la campaña de Orange, el 56% de los padres cuelgan fotos potencialmente vergonzosas de su hijos. Esto se llama sharenting, la sobreexposición innecesaria. Como quienes convierten a sus hijos en youtubers de éxito y, por el camino, banalizan su evolución como personas, su crecimiento humano, haciendo de ellos unos meros productos.

De la obsesión por el share hablaba bastante ‘Nosedive’, el episodio que abría la primera temporada —y que hacía frente a la barrera psicológica de ver la querida serie bajo el brazo de Netflix y no sobre el ídem de BBC—. La protagonista, obsesionada por mejorar su popularidad en tiempos donde el share es la moneda con la que somos atendidos o ignorados por la sociedad, se embarca en una ridícula carrera por ser alguien en las redes sociales.

Decidida a asistir a una boda de alto copete, lo que sigue es una serie de catastróficas desdichas que terminarán con ella completamente desquiciada y recluida en una celda.

Si ya Rod Serling contó en su biografía que ‘The Twilight Zone’ servía para usar sus metáforas como espacios de debate, de ‘Black Mirror’ podemos decir que tiene poco de sobrenatural y mucho de peligrosa coherencia futurista. Quién no ha leído sobre el sistema de puntuación chino sobre “calidad de ciudadanos”. O sobre esa obsesión por tecnificar todo mientras se legisla contra ellos o se crea el Comité Internacional para el Control de los Robots Armados (ICRAC). ‘Black Mirror’ se ha convertido en una especie de símbolo generacional, una antología de terrores, vaticinios y lecturas sobre lo extraño que es y será cruzar ciertas fronteras.

Imagen de cabecera | Promocional de la cuarta temporada (Netflix)

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