Las smart tv no son las primeras televisiones “inteligentes” que ha conocido la humanidad. Gracias al teletexto, hace 30 años el mundo ya disfrutó de una gran revolución tecnológica vía pantalla (amiga): información accesible y actualizada, disponible con solo pulsar un botón del mando. Sin duda, el Google de la generación EGB.
Quizás pensabas que, en plena era de internet, el teletexto había caído en el olvido. Que había corrido la misma suerte que los videoclubs en el momento en que el cine en casa comenzó a ser accesible desde otras vías. Como desde el Videoclub de Orange TV, disponible desde tu mando, cuando te apetezca una peli.
Que teniendo Google en el móvil y pudiendo acceder a cualquier medio online, quién se va a molestar en encender la televisión y utilizar un sistema tan arcaico, basado en botones de colores, y con un formato tan old school. Pues lo creas o no, sigue vivo y coleando, integrado en los mandos de televisiones de última generación. Y si no, echa un vistazo al tuyo.
Antes, todo este internet era teletexto
Vosotros, millenials, no lo sabéis. Pero hubo un tiempo en el que la información no se obtenía en segundos. Los décimos de la Lotería de Navidad se comprobaban al día siguiente, dejándose los ojos en las interminables listas con diminutos números que publicaban los periódicos. Para saber qué tiempo haría había que escuchar la radio cada hora o esperar a que lo contara el José Maldonado de turno en el telediario.
Aquello se acabó con la invención del teletexto. Primero, en Reino Unido, donde nació al calor de la cadena británica BBC como ‘Ceefax’ y al que le siguió, en 1999, el ‘botón rojo’, un acceso directo a la información de las cadenas de noticias del grupo. Hoy, 45 años después, la BBC está a punto de pasar a fundido negro la emisión de estos contenidos.
A España no llegaría hasta mucho más tarde. En 1988, y justo antes de hacer su aparición la red de redes —el protocolo de la World Wide Web se inventó en 1989—, el inicio de la emisión de los servicios de teletexto supuso una aproximación, un paso más hacia esa inmediatez que supone hoy internet. Hoy, más de 11.500 ediciones después, sigue manteniendo su esencia.
Gracias al teletexto se podía acariciar la información con la palma de la mano en cualquier momento: la previsión del tiempo, el estado de las carreteras, las cotizaciones en la bolsa, la ‘peli’ que emitiría La 1 en ‘Sábado Cine’, cuántos resultados habías acertado en la quiniela esa semana y el minuto y resultado de la jornada. Entre otras muchas cosas.
Pero, ¿qué es eso del teletexto?
El teletexto modificó la forma de concebir aquel aparato llamado televisor que, recordemos, hasta entonces no ofrecía más posibilidades que ‘navegar’ entre dos canales. En el contexto de una sociedad de la información aún analógica, poder pulsar un botón y acceder a todo un mundo de datos codificados por colores y a través de la propia pantalla televisiva, era algo casi del futuro. Era tener internet en la televisión, sin tener conciencia de ello.
Si no fuera por ese sistema arcaico de búsqueda que le obligaba a pasar por todos los números hasta llegar a la página deseada. Y que a veces fallaba y se la saltaba, y volvía a empezar. Un ejercicio de paciencia incompatible con la tendencia a perder segundos de atención provocada por un uso excesivo (y no Love) de la tecnología.
El teletexto también tiene una vertiente ociosa. Esa que la generación ‘EGBera’ supo ver y que sería imposible de entender para un chaval de hoy en día, al que le sobran pantallas que consultar. O que puede darle a un botón y verse ocho capítulos de su serie favorita en Orange Series o en Netflix.
Porque, quien más o quien menos, todos aquellos otros niños y adolescentes acababan recurriendo en algún momento de aburrimiento a esas pantallas de colorines. Para leer el horóscopo, los anuncios y las efemérides. O para saber, aunque no le interesara lo más mínimo, si en Candanchú la nieve era polvo, dura o virgen.
Algo así como el equivalente a quedarse en bucle dándole al scroll en el time line de Facebook. La parte entretenida de la televisión, antes del zapping, que no surgiría hasta la llegada de las cadenas privadas. Y con ellas llegarían además las diferentes versiones de teletexto que permitían consultar la programación de cada una.
¿Alguien lo sigue usando?
Cierto es que vivimos en la era digital. Que puede ser difícil de concebir que haya gente que viva offline. Pero es así: hay personas que siguen caminando por el lado más analógico de la vida. Que simplemente prefiere seguir usando lo que ya conocen, porque internet les ha pillado demasiado mayores o en otra onda. Y para los que no hay más página de inicio que la 100.
El teletexto sigue siendo esa alternativa para los que, por la razón que sea, no navegan. O no tienen un smartphone. O lo tienen, pero les sigue resultando útil consultar el teletexto para según qué cosas y aprecian esa otra inmediatez: la de tener todo lo que necesitan en una única pantalla y sin pelearse con las nuevas tecnologías o una conexión que falla.
Porque la sociedad se mueve a dos ritmos, aunque a ti te parezca que solo existe lo digital. Hay quien aún lleva reloj de muñeca porque lo encuentra más lógico que sacar el móvil y encenderlo solo para ver la hora. Igual que hay quien hace de su reloj una extensión de su móvil y casi un aparato con el que avisar a Kitt de que estás en peligro.
Adaptarse o morir
Aunque estéticamente parezca algo prehistórico, el teletexto, como concepto, sigue estando vigente. Hoy en día existen herramientas digitales que te permiten organizar tus webs favoritas o las que consultas a menudo y acceder a todas ellas desde la misma ventana. Algo que el teletexto facilitó, sin la tecnología actual.
¿Y acaso no es exactamente lo que plantea el Teletexto en su nueva vida online, que compagina con la emisión en televisión? Un acceso directo, y a golpe de clic, a esa información relevante, también desde la web.
Quedarse en la zona de confort del teletexto es todo lo que necesita quien no ha dado nunca el salto a lo digital o quien ha vivido ambas épocas y aprecia su utilidad sin importarle que exista una tecnología mejor. Porque, al fin y al cabo, sigue estando ahí, todo en un mismo botón.
Sigue siendo cómodo pero ahora, aún más rápido. Tiene su propio Milanuncios (la sección de mercadillo) y su Tinder (anuncios tipo chico busca chica), pero lo mejor es que los ‘inventó’ mucho antes.
Aporta esas pequeñas notas de divertimento, a veces con descarnadas críticas cinematográficas, a veces con una sinopsis que es puro spoiler. Pero ante todo, sigue siendo útil (por ejemplo, con la programación subtitulada que ofrecen a las personas con sordera) y mucho más intuitivo y sencillo que manejar una smart tv para consultar cualquier cosa en internet. Y si no, haz la prueba.
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