En Cines Golem, bañado bajo un madrileño sol a las 11 de la mañana, acudió el director Fatih Akin (Hamburgo, 1973) para presentar su ultimísima cinta, ‘En la sombra’, 102 minutos de tripa con un final digamos inesperado, por evitar spoilers. Hoy ya puedes verla en cine.
En ‘Aus dem Nichts’, respetando el titular original, una magnífica Diane Kruger —no en vano ha sido premiada en Cannes a la Mejor Actriz y nominada en los Globos de Oro— se ve envuelta en una vendetta personal tras perder absolutamente todo lo que la anclaba a este mundo. No, no cabe esperar a la Diane de clásicos como ‘Copying Beethoven’, ‘Troya’ o la magnífica ‘Infiltrado’ que podemos disfrutar en Orange TV, y donde compartió casting con un Bryan Cranston (Breaking Bad) abrumador. Estamos ante un relato tan crudo como necesario.
La ecuación es en apariencia sencilla: Katja (Kruger) y su marido —interpretado por Numan Acar— tuvieron un pasado turbio. Pero lograron superarlo: su hijo es fruto del éxito, de ese mirar hacia adelante. Hasta que se ceba la desgracia: Katja pierde a ambos a causa de dos neonazis poco más que adolescentes. Al menos acaban enjuiciados. Pero la justicia se queda pequeña para un acto tan atroz.
En PopTV nos apasiona el thriller, ya lo sabes, así que no encontramos mejor ocasión para ver a Diane Kruger en el papel de su carrera y a Akin en una de las películas más atractivas de los últimos meses.
En la sombra de la realidad
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Los más atentos recordarán el sustrato real de esta situación: la película se inspira en los asesinatos xenófobos perpetrados en Alemania por el grupo neonazi NSU entre 2000 y 2007. Estos asesinatos quedaron impunes durante años. Pese a que el gobierno de Merkel ha dedicado recursos y tiempo, el caso aún no ha sido resuelto debido, en parte, a una cadena de errores policiales que atribuyeron el crimen a una simple venganza entre ludópatas y drogadictos.
Akin apuntaba para EuropaPress, que éste era un intento por mostrar «que la violencia está incrementándose y está cerca de todos, pero también que la violencia produce falta de control», un callejón sin salida.
En cualquier caso, refugiémonos en la ficción: el hiperactivo director, viajero y amante del mundo, con sus español aprendido (y aprehendido) —su esposa Monique Obermüller es mexicana de pura cepa—, dibuja con este punto de partida las líneas maestras que conviene no cruzar y, sin responsabilizar, debate por qué se cruzan.
Quién es Fatih Akin
¿Y quién es su director? Fatih Akin, como hijo de turcos y alemanes, vástago de esa segunda generación de inmigrantes en la Alemania occidental, la políticamente menos convulsa, ha vivido en sus propias carnes la discriminación racial. Aunque no es de nacionalidades ni nacionalismos de lo que gusta conversar.
Su cine no se anda con tonterías. Desde sus primeros días en unos convulsos ‘90 a través de cortos como ‘Sensin’ o ‘Getürkt’, su oferta cinematográfica ha ido adquiriendo capas de implicación social.
Investigado hace años por portar una camiseta con una esvástica coronando el apellido de George Bush hijo —«las políticas de Bush son comparables a las del Tercer Reich», diría a la prensa— y vilipendiado pese al Premio del Jurado Ecuménico al Mejor Guión, entre los aplausos de Cannes, por tratar el tema del aborto sin cortapisas en ‘Al otro lado’, Akin coge la frase hecha «removerse incómodo del asiento» y hace una bolita de papel con ella.
Su lenguaje es sencillo y audaz; su riesgo, siempre constante. Akin habla de injusticia social sin empaparlo todo de ese odio propio de Lars Von Trier. Habla del males endémicos sin posos adoctrinadores como Ken Loach. Su cine es una pirueta incómoda donde el lector, testigo de todo lo que sucede, decide si la vía tomada es correcta o no. La última palabra está en voz del respetable.
Todo lo que confiesa su cine
Pese a lo dicho, más de un espectador podría verse tentado a señalar a Akin como un parcialista de cuidado. Al fin y al cabo, él ha sido víctima y desde su posición sabe a lo que se enfrenta: «”no me gustan los nazis», diría en la rueda de prensa.
Porque su pasado le delata: «de adolescente me enamoré de una chica alemana que no me quería porque era turco y me rompió el corazón en diez mil pedazos, o «a los 15 años unos skinhead me dieron una paliza en el metro».
Una serie de experiencias que forman un mapa sobre las víctimas silenciosas, esas que no salen en la tele: «cuando ocurre un atentado, en las noticias nos cuentan todo sobre los asesinos, de dónde vienen, quiénes son sus padres, qué tipo de educación han tenido y todo eso. Sabemos mucho sobre los terroristas, pero muy poco de las víctimas y sus familias», apunta el director.
Ahondando en su pasado (fílmico)
El racismo, por tanto, le concierne de forma personal. En ‘Contra la pared’ (2004), la cinta con la que ganó el Oso de Oro en Berlín, trató el tema del desamor o amor imposible entre una pareja turco-germana que acaba de conocerse en un psiquiátrico. Ambos habían intentado quitarse la vida, ambos eran secuelas vivas de ciertos acontecimientos. Pero en ambos surge la duda, el celo transmitido a través de un choque de culturas y el salto generacional entre dos personas que se llevan 20 años de diferencia.
En ‘Al otro lado’, premio al Mejor Guión en el Festival de Cannes de 2007, ya se ponen sobre la misma mesa los mimbres de la pérdida, la muerte, y los intercambios culturales a través de un salto de frontera, literal, entre Alemania y Turquía. Apenas logró desprenderse de tanto dolor a través de una risa catalizadora en ‘Soul Kitchen’, donde se narra la historia de un alemán de origen griego que se monta una taberna. Las historias van y vienen a través de sus propios clientes.
Pero con ‘Polluting Paradise’ (2012), incursionando el documental, volvió a tratar los desmanes del gobierno turco y los resultados directos sobre las nuevas generaciones. Y el ‘El Padre’ (2014) relata las secuelas del genocidio armenio llevado a cabo por el gobierno turco a partir de un relato intimista entre un padre y dos hijas gemelas. Su cine, como decíamos, no está hecho de oídas, sino de retazos de memoria y relatos vividos.