Durante la cuarta temporada de la serie ‘Vikingos’ han ido ganando protagonismo los hijos de Ragnar Lothbrok, un relevo generacional compuesto por varios personajes que vienen pisando fuerte y entre los que destaca uno en particular: Ivar Sin Huesos.
También conocido como Ivar el Deshuesado, este personaje histórico es junto a Ragnar y Bjorn quien más presente está en las crónicas de la época y se le conoce por una inusitada crueldad y su gran inteligencia para realizar estrategias militares. Pero quizás el primer dato que llame la atención de su biografía sea su apodo. Ivar, hijo de Ragnar y Aslaug, nació supuestamente con una enfermedad crónica por la cual no podía andar; los huesos de sus piernas eran demasiado débiles. De ahí podría venir el sobrenombre por el que se le conocía aunque, al ser los vikingos una sociedad sin tradición escrita, no se pueda afirmar con seguridad que así fuera.
De hecho, resulta sorprendente que Ivar consiguiese salir adelante en una sociedad como la vikinga donde se premiaba el esfuerzo personal y en la que el infanticidio estaba a la orden del día entre los nacidos con discapacidad. Él, sin embargo, tuvo una larga vida pues vivió entre el año 787 d.C. y el 873 ó 878, según la fuente que se consulte, de modo que habría tenido más de ochenta años en su fallecimiento. Es por esta razón que algunos historiadores se decantan por pensar que su apodo era simplemente eso, un apodo. Podría ser, defienden algunos, una mala traducción al confundir el término latín «Exosus» (Odiado) por Ex osos (Sin huesos).
Según expuso Nabil Shaban en el programa de televisión de 2003 ‘Secret History’, la enfermedad de Ivar Sin Huesos podría ser osteogénesis imperfecta, una teoría que señalaría que esta dolencia no le impediría usar el arco en la batalla, de modo que así podría haberse ganado su hueco. Cuenta la leyenda, además, que la enfermedad de Ivar podría deberse a una maldición: Ragnar fue avisado de que debía esperar tres noches después de casarse para consumar su matrimonio, pero hizo caso omiso. Una decisión que tendría consecuencias en el bebé.
Sea como sea, la dolencia de Ivar, si realmente existió, no le dejó entre las faldas de sus hermanos ni le hizo débil, todo lo contrario. Suplió su discapacidad con inteligencia, astucia y facilidad para las tácticas bélicas, así como con grandes dosis de crueldad, pues «en cualquier lugar torturaba a los cristianos hasta la muerte», según las crónicas medievales. Aunque sorprenderá saber que su historia, como muchas otras, tiene más de una versión y existen fuentes escandinavas que le describen como generoso y con un noble sentido de la justicia.
Ivar acompañó a su padre Ragnar en su último viaje a Inglaterra y sería quien lideraría, después, otra expedición con sed de venganza. Después de que el rey Ælla de Northumbria acabase con la vida de Ragnar arrojándole a un pozo de serpientes venenosas, Ivar emprendió un ataque contra este, acompañado por sus hermanos Ubbe y Halfdan. Lideraban lo que se conocía como el Gran Ejército Pagano y aunque no consiguieron derrotar al enemigo, sí forzaron un acuerdo muy beneficioso: les sería cedido un terreno que pudiera abarcarse con la piel de un buey. Fue entonces cuando el astuto Ivar cortó la piel del animal de forma tan fina y en largas tiras que, se dice, consiguió rodear la ciudad de Londres (York, según otras fuentes).
Durante los años siguientes, Ivar y sus hermanos prosiguieron sus conquistas: se hicieron con Northumbria y mataron al rey con la famosa técnica del Águila de sangre, asaltaron Nottingham o acabaron con el rey Edmundo del Anglia Oriental cuando este se negó a rendirles pleitesía y si no se convertían al cristianismo.
En cierto punto los hermanos se separaron y durante años, Ivar fue caudillo de una vasta zona que comprendía regiones ahora pertenecientes a Suecia y Dinamarca. Sin embargo no hay demasiada información sobre cómo fueron sus últimos años ni la causa de su muerte, de la que se señala como súbita y espantosa, sin más detalles. El último dato sobre su leyenda es que habría mandado ser enterrado en la costa británica con la intención de crear en ella una maldición para que nadie pudiese conquistarla. Se dice que hasta la llegada de Guillermo el Conquistador nadie pudo hacerse con esta tierra: fue este quien encontró el cadáver incorrupto de Ivar y lo quemó, rompiendo así la maldición y apoderándose del país.