¿Qué ha sucedido con ‘Blade Runner’? Es muy común leer el clásico «fue masacrada por la crítica de la época». Pero, ¿cuál es esa crítica?
Y lo que es más importante, ¿qué la ha llevado de ser considerada un mero ejercicio estético, dilatado y anecdótico, a estar siempre en las quinielas de las 50 mejores películas de ciencia ficción de todos los tiempos, de enterrarla por «interpretaciones olvidables» a encumbrarse como hito de la contención?
«Esa basura para modernos…»
Los años le han sentado de maravilla. Obra de culto, joya del cyberpunk, Blade Runner fue, en 1982, fruto de muchas manos luchando por crear el mejor producto posible. El guión de Hampton Fancher no convenció al Ridley Scott, recién contratado.
David Webb Peoples lo reescribió saltando de la influencia de ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’ (1968) a los tebeos de Moebius o la propia novela ‘The Bladerunner’, de Alan E. Nourse.
Algunas de las fuentes de financiación fallaron. La producción se dilató. Philip K. Dick falleció entretanto —apenas llegó a ver un primer montaje con 40 minutos de material—. Pero entre 1982 y 2017 han pasado muchas cosas, secuela mediante. Hemos saltado del casi insulto a la celebración casi unánime. Hora de viajar al pasado.
Visualmente impactante (y narrativamente vacía)
Comencemos por una cabecera de renombre como el The New York Times. Para ella, Janet Maslin escribió que estábamos ante una película donde los efectos especiales se llevan toda la atención:
Y también es un desastre, al menos en lo que a su narrativa se refiere. Casi nada se explica de forma coherente. La trama cuenta con grandes agujeros, desde la naturaleza cambiante de un personaje clave hasta las frecuentes desapariciones de otro.
Para rematar, Maslin destacó que la interpretación del joven Ford se ve en todo momento eclipsada por los ojos del maestro de Breukelen, el señor Rutger Hauer. «Deckard es tedioso y excesivo».
Es, como poco, curioso: cintas como ‘Drive’ (Nicolas Winding Refn, 2011) han sido encumbradas como hito temporal gracias a su planificación, narración contenida y mímesis interpretativa. Blade Runner tenía de todo esto a raudales.
Los haters de los efectos especiales referenciaron que sólo llamaba la atención durante los «primeros minutos», que lo único destacable orbita en torno a su empaque visual, como decía David Sterritt en un 38 sobre 100 para Christian Science Monitor. Una observación interesante pero algo desacertada: ¿recrear una atmósfera y convivir con ella de forma fidedigna hasta el final, como podría hacer ‘Brazil’ algunos años después (Terry Gilliam, 1985) es sinónimo de fracaso?
Personajes sin carisma: check
En unos 80 de excesos paranoicos, donde para destacar había que sobreactuar, parece que esa mímesis era vista como algo poco claro. Leonard Maltin remarcó esta línea al asegurar que el filme de Scott no era sino «un alarde de diseño de producción perdido por un embarullado guión y unos personajes protagonistas sin ningún atractivo».
Otros han sabido reconocer sus errores a tiempo: Roger Ebert se entregó a los elogios tardíos para el 25 aniversario del estreno. Las tres estrellas que le concedió en la lectura original palidecieron frente a una reseña copada de tedio, donde aseguraba que «gustará a los devotos de la sci-fi, por los que merece la pena disfrutar de sus efectos especiales». Y poco más.
https://www.youtube.com/watch?v=euq7gvzQXJk&feature=youtu.be&t=19m55s
«Nunca me interesaron los personajes, solo me gustaron los efectos especiales; es una película bonita de ver pero por la que resulta difícil preocuparse», llegaría a reconocer poco después, en el programa que compartía con Gene Siskel. Los dos críticos más prestigiosos del país juntos martillando sobre el pobre Scott.
Maquetas espectaculares y mucho marketing
Sigamos sobre la línea. El crítico cinematográfico de El País Diego Galán, quien años después pasaría a ser director del Festival de San Sebastián, se despachó de la siguiente manera:
La ficción científica de consumo parece conformarse con hacer decorados con maquetas espectaculares y con la repetición de una historieta de aventuras que debe al telefilme cotidiano sus más complejos pensamientos. Mucho más decepcionante aún cuando los productores no han dudado en amontonar en esa calle los más variados anuncios sobre artículos […] que son ahora inmediatas invitaciones al consumo: desde refrescos multinacionales a conocidas compañías aéreas, […] Blade Runner más parece en ocasiones un spot televisivo que una película hecha seriamente. Debería costar menos la entrada.
Sí, Galán, Coca-Cola sigue vendiendo. Mucho más que en 1982.
Lo que para mangakas como Katsuhiro Otomo o Masamune Shirow son una plasmación identitaria de la realidad vivida, un signo al que asirse para trasladar una ficción neo-noir sobre un mundo posible, para el crítico medio es puro product placement. Parece que un logo de Coca-Cola gigantesco sólo puede ser interpretado como una gruesa maniobra de marketing en tiempos donde existe un miedo real por el crecimiento de empresas que utilizan cualquier estrategia subliminal con tal de posicionarse.
Rubricar el nombre de una marca es otra de las muchas lecturas sociales —y pictóricas, no olvidemos que estamos hablando de cine— sobre ese poder de grandes corporaciones que han comprado todo, que poseen los mejores espacios visuales y comerciales de las urbes, incluso en el corazón de los bajos fondos. Algo que la literatura dibuja cada vez que hace suya una referencia pop, aquí, en el cine, parece entendido con cierta malicia.
Ritmo lento y malos demasiado poco malos
Siempre ha existido esa necesidad del villano en oposición. Pero no todo es blanco o negro y no puedes desear que para todo bueno haya un malo malísimo. No estamos ante cuentos infantiles donde se imponga una deshumanización para destacar una moraleja, amigos críticos.
David Pirie para Time Out dijo «los androides villanos no son ni amenazantes ni simpáticos, cuando idealmente deberían haber sido ambas cosas. Esto deja la pintoresca violencia de Scott como algo opaco, viciado, explotado sin razón de ser». Robert Roten, para Laramie Movie Scope, también se despachó a gusto con su «a visually stunning, but emotionally empty sci-fi classic», y destaca, como en la mayoría de nombres, esa referencia a los personajes:
Los personajes principales son asesinos sin ningún sentido particular de moralidad. Otros personajes son molestos, mientras que la mayoría son olvidables.
Y sobre la duración se han escrito ríos de tinta. Chris Hicks, para Deseret News, Salt Lake City, remarcó que la cinta era «un thriller muy oscuro y demasiado largo, con muchos momentos aburridos que podrían funcionar mejor a la película si se moviese un poco más rápido».
Cierto es que la duración de las películas se ha disparado. Y que Blade Runner es lenta en términos de montaje, pero, ¿qué otra cosa podría hacerse ante una película que hasta pone en entredicho la propia naturaleza del protagonista? Parece ser que algunos se durmieron antes de llegar al final.