Las series de televisión tienen la capacidad de acercar al espectador diferentes vivencias, personalidades, historias. Cada una de ellas es única y con una evolución que siempre intenta sorprender al público. Es precisamente ahí donde una de las últimas novedades de Netflix, 13 reasonswhy, ha saltado a la estela mediática por lo controvertido del argumento.
Las relaciones humanas no son fáciles y, cuando se trata de adolescentes, la profundidad de las acciones adquiere un mayor calado de consecuencias inesperadas. Tal vez esta ficción haya llevado al último extremo un tema hasta ahora casi tabú en los medios de comunicación, pero la conflictividad adolescente sí es un permanente en las series desde hace décadas. Desde los actos desencadenados por la rebeldía de la edad hasta la personalidad de ciertos personajes, los ‘malotes’ del instituto han sido un recurrente argumentativo. ¿Recordamos algunos ejemplos?
Hormonas revolucionadas
Desconocemos cómo era Aaron Paul en su juventud, pero sí tenemos constancia de cómo se las apañaba Jesse Pinkman en BreakingBad. El actor de la ficción de AMC fue un consumidor, traficante y fabricante -vamos, lo tenía todo- de metanfetamina en el instituto. No es de extrañar entonces que no hiciese ni caso a lo que le decía su profesor Walter White. Aunque, eso sí, no cabe duda de que aprendió bien otro tipo de lección.
Jill Garvey, el personaje interpretado por Margaret Qualley en The Leftovers, también está en la edad. Tras la desaparición del 2% de la población mundial y con una familia más que desestructurada a posteriori, esta joven se debate entre la responsabilidad y la irresponsabilidad. Es buena estudiante, no cabe duda, pero la situación que rodea a su madre y a su padre la lleva a cometer ilegalidades que podría poner en peligro el trabajo de Kevin Garvey, su padre y Jefe de Policía.
Lo mismo sucede con su hermano Tom. Tras abandonar la universidad éste decide refugiarse en el universo del ‘Santo Wayne’. Y las consecuencias… es mejor verlas.
La fama y el dinero no son buenos compañeros cuando de un joven personaje se trata. Si no, que se lo digan a Hakeem Lyon, el hijo menor de los dueños de Empire. Él es el futuro de la compañía discográfica, el rapero que logrará llevar al estrellato su música. No obstante, sus actos desencadenarán serios problemas para poder alcanzar su objetivo.
Lincoln Burrows tampoco es un ángel caído del cielo. El coprotagonista de Prison Break acumuló durante su juventud un alud de delitos, tales como robo o posesión de drogas. Pero no fueron los únicos. Tras la muerte de su madre, Burrows vio en este sector un camino fácil para lograr la supervivencia y el futuro de su hermano Michael.
Por último, no podemos concluir este repaso a la conflictividad sin citar siquiera a los personajes de Gomorra. La ficción italiana basada en el libro de Roberto Saviano del mismo nombre habla del clan camorrista de los Savastano. Y ahí no se libra nadie. La violencia, la traición y el poder se reúnen en una misma serie donde desde niños aprenden a sobrevivir como sólo la mafia sabe hacer.