Aquel verano de 1958 fue distinto a cualquier otro. El olor de las tierras vinícolas de Jerez de la Frontera embriagó a Lucía y Gonzalo, dos amantes cuya historia es quizá una de las más bonitas que jamás hayamos escuchado.
Durante casi 40 años, el recuerdo de aquellos calurosos días vuelve a la cabeza de nuestros dos protagonistas. Casi por azar, en 1998, una estudiante de periodismo en prácticas encuentra las esquelas que cada 15 de septiembre Gonzalo escribía, escupiendo unos sentimientos escondidos con recelo. Es entonces cuando esa curiosa e inexperta periodista, interpretada por Guiomar Puerta, decide emprender un viaje que no solo nos llevará a recorrer miles de kilómetros, sino que nos trasladará a otro tiempo y a otras vidas.
“El verano que vivimos” es la nueva película de Carlos Sedes, un director que apuesta por el amor como temática central. Disponible en cines desde el 4 de diciembre y con un reparto de altura, la película cuenta con Blanca Suárez, Javier Rey y Pablo Molinero como trío protagonista. Sus personajes, Lucía, Gonzalo y Hernán respectivamente, establecen una serie de lazos que si bien ya inventados, nos recuerdan la importancia de los sentimientos y la pasión con la que solemos vivir ciertas historias románticas. Y es que, como Sedes ha asegurado en más de una ocasión, en la simpleza reside también la belleza.
El amor tiene muchas capas
A pesar de que el romanticismo se convierte en el hilo conductor de “El verano que vivimos”, la verdadera esencia de la película se encarga de mostrarnos el amor a distintos niveles. La historia de Gonzalo y Lucía se sobrepone con los sentimientos inspirados por otros personajes.
Entidades tan fuertes y perpetuas como la familia guiarán al espectador hacia distintos rincones, ofreciendo así una visión ampliada del amor que rodea y a la vez traspasa el melodrama.
La tierra se convierte también en una fuente inagotable de pasión. Todos y cada uno de los fotogramas de la película están impregnados del olor y del sabor de ese vino de Jerez capaz de cruzar caminos. Será en aquellas viñas donde nuestros personajes se sumerjan en una vorágine de sentimientos de la que resulta imposible escapar.
El actor Javier Rey reconoce la importancia adquirida por Jerez dentro de una historia que no gira solo alrededor de ese lugar, sino que lo transforma en el impulsor de todo sentimiento. “Jerez es un personaje más. No solamente es el telón de fondo. La manera de vivir de sus gentes, el arte del vino… la pasión de Jerez hace que Gonzalo transforme su ser”.
Un contexto desconectado
Resulta imposible ignorar que las viñas hasta las que nos transporta “El verano que vivimos” respiraban el aire de una época y una sociedad radicalmente distintas.
Para Pablo Molinero, es este contexto el que abre las puertas a un huracán escondido en el interior de todos y cada uno de los personajes. “En una sociedad más reprimida llevar a cabo tus sentimientos se convierte en un volcán que explota y arrasa con todos aquellos que están alrededor”.
Hoy en día, la tecnología ha cambiado nuestra forma de relacionarnos. Poco o nada tiene que ver el mundo que hoy nos rodea con ese verano de 1958. Pablo Molinero reflexiona sobre la existencia, entre otras herramientas, de las redes sociales. “Con tantas redes nadie mostraría su amor con esquelas”. Y es precisamente eso lo que aporta un toque mágico a la historia de un amor que, quizá en otro tiempo, podría haber vuelto a conectar.
Sin embargo, y a pesar de los cambios, para Pablo hay cosas que se perpetuarán intactas a lo largo de los años. El amor será siempre amor y es realmente el contexto el que gira y, sobre todo girará, constantemente.
Anclado en aquel verano de 1958
El concepto del tiempo se encuentra muy presente en una película cuyos protagonistas parecen estar obsesionados con atrapar cada momento, pensando quizá en que podía ser el último. “El tiempo se detiene para Gonzalo en aquel verano. Empieza entonces un nuevo tiempo que pasa más lento que el primero” nos cuenta Javier Rey.
Uno de los grandes aciertos de “El verano que vivimos” es la capacidad que posee la película de transportar al espectador a momentos pasados y hacerle reflexionar sobre aquellos que están por venir. Y es que, seremos cada uno de nosotros quienes interpretemos ese concepto de perpetuar el tiempo tan presente en la historia.
Además, resulta imposible ignorar la capacidad que posee el tiempo para cambiar, no solo nuestras propias vidas, sino las de todos aquellos que se encuentran a nuestro alrededor. Los actores de “El verano que vivimos” han asistido en primera persona a unos hechos cuyas consecuencias son notables décadas después. Es precisamente esta reflexión la que se esconde detrás de cada fotograma y la que individualiza a esta historia de amor.
“El verano que vivimos” cuenta con la colaboración de Orange, una compañía que lleva tiempo apostando por la ficción nacional con títulos como “Adiós”, de Paco Cabezas o “Hasta que la boda nos separe”, de Dani de la Orden. Orange muestra así su respaldo a la producción española, tanto en el apartado de series de televisión como de obras para la gran pantalla.
Ahora es el turno de “El verano que vivimos”, una corta historia de amor atrapada en el paso de los años que cambió la vida de Lucía, Hernán y Gonzalo para siempre.