Una “espora espacial”. ¿Es una broma? Tal vez. Según el bueno de Kirkman, padre de ese fenómeno televisivo, comiquero y novelero que es ‘The Walking Dead’, el germen de la epidemia zombi fue una espora venida del espacio exterior.
Aunque tal vez se trate de un chiste gamberro, una sencilla boutade para despistar. Porque nunca ha sido fácil explicar el origen de este fenómeno, la génesis de un mito que se remonta a varios siglos atrás.
Y mientras tanto, nosotros, llegamos al final de la décima temporada de una serie que nos ha tenido atrapados durante diez años —creedme, lo he mirado—. Y los que quedan. En octubre de 2010 llegó de la mano de AMC y Fox España y, hasta hoy, nos hemos quedado sin uñas al lado de Carol, Daryl y compañía, sin olvidar a Rick Grimes, Maggie, Michonne y otros tantos que ya no está, que se fueron o nos los arrebataron, como Sophia, Shane, Lori y el funesto Carl.
¿El zombi nace o se hace? Y, ya que estamos, ¿zombis o infectados? ¿Cuál fue la primera peli de zombies? ¿Y el primer contagiado? Tenemos todas las respuestas. Y algunas mejores que la de Robert Kirkman.
El nacimiento del zombi
https://youtu.be/eFtiOb2fVmE
Hemos rastreado en bibliotecas, consultado a expertos y viajado al pasado en la cabina de Doctor Who para resolver la duda. Y traemos no una, sino varias respuestas. Aquí va un fragmento del Antiguo Testamento, Isaías 26:19 para ser exactos: «Tus muertos vivirán, junto a mi cuerpo cadáver se levantarán. ¡Moradores del polvo, despertad y dad gritos de júbilo!». Da ‘yuyu’, ¿verdad?
Aunque el folclore zombi se podría emparejar hasta con los primeros escritos del muerto viviente apadrinados por los sumerios, no fue hasta el Haití del siglo XVII cuando el mito se hizo carne. Por entonces el país se llamaba Saint-Domingue y no era sino una colonia establecida por Francia en la isla de La Española.
Los franceses transportaban allí esclavos africanos, encadenados en las galeras de los barcos, para trabajar en sus plantaciones de azúcar. El trato brutal, la tortura y el suicidio frecuente, fomentó hacia el 1630 una especie de fantasía escapista, una proyección donde el esclavo rompía sus cadenas y vengaba su tortura. Frente al cristianismo impuesto, misticismo pagano.
https://youtu.be/m_anRiiOGqM
Tras el fin de este colonialismo salvaje, el mito evolucionó y fue absorbido por una práctica religiosa: el vudú. El zombi no sería sino un cadáver reanimado por un chamán. Nigromancia para simbolizar la esclavitud. Y algo de cierto hay: los bokors preparaban cuidadosamente venenos que en dosis sub-letales —la tetrodotoxina puede inducir a un coma temporal— aletargaban y podían provocar estados de psicosis, catalepsia y hasta muerte clínica.
Esta confusión mental se resolvía con agresividad en el mejor de los casos. En el peor, la víctima se daba por fallecida, se enterraba y, bueno, luego resucitaba. Ataúdes arañados. ¿Entonces, cómo se convirtió este trance foráneo en fenómeno pop? Hay quien lo atribuye a la obsesión de los medios por el haitiano Clairvius Narcisse, un famoso ‘zombi’ que dijo haberse convertido mediante vudú y aún no se ha esclarecido.
El origen del zombi cinematográfico
En el cine esta pulsión nace en 1930, tras la ocupación de Estados Unidos en Haití, de 1915 a 1934, retomando el folclore haitiano y los apetitos colonialistas. El escritor William Buehler Seabrook relató en su obra ‘La isla mágica’ sus experiencias asistiendo a ritos, salpicados de hechicería y narcolepsia. En 1932 se estrenó en Broadway ‘Zombie’, adaptación libre de este libro. No duró mucho, pero la semilla ya estaba sembrada.
https://youtu.be/36Zw73DVcJQ
Cuando dos hermanos, Víctor y Edward Halperin, vieron la obra, quedaron alucinados y buscaron un guionista que adaptara lo visto. Así, sin pagar licencias ni derechos de uso. Ni siquiera la acusación de plagio detuvo el estreno en cines de ‘White Zombie’ (‘La legión de los hombres sin alma’, en España), primera película del género.
Y el fenómeno estalló: durante la década se contabilizan más de 30 producciones análogas, con peaje obligatorio en ‘Yo anduve con un zombie’ (1943), mítica producción del director Jacques Tourneur. Y así, hasta hoy.
George A. Romero convirtió en cultura popular su ‘Noche de los muertos vivientes’ (1968). Mientras producía la secuela, los niños y no tan niños ya se peinaban y maquillaban cada Halloween para imitar lo visto en la gran pantalla. En oriente, por ejemplo, el molde se mezcló con otras mitologías, los yokais japoneses o los yaoguais chinos, y terminó por ser hacia finales de los ochenta y principios de los noventa un arquetipo poderosísimo. Videojuegos, cómics y series lo adaptaron de mil maneras.
¿Zombis o infectados?
https://youtu.be/W1OUs3HwIuo
Pero dejemos de aprender historia y vayamos a la práctica. ¿En qué se diferencia esta escisión clínica entre el zombie ‘clásico’ y el infectado? Hay que saber identificar y distinguir, por si una pandemia zombi nos pilla cogiendo el coche y necesitamos saber a quién atropellar. Respuesta rápida: a todos.
Zombis
- Son obra de magia negra, vudú, o un influjo colectivo. No se curan una vez creados.
- Son lentos. Algunos son más rápidos, pero en general arrastran los pies como un adolescente tras una clase de Educación Física.
- No sienten dolor. Tras una transformación de fiebre y espasmos, podemos desmembrarlos, mas no cesarán en su lenta persecución. Pero sí olerán a descomposición, claro.
- Necesitan quedarse sin cerebro. Un disparo en la cabeza o un aplastamiento con bota militar acabará con ellos. De cualquier otra manera resucitarán. Una y otra vez.
- Se alimentan de nosotros, humanos sanos y con cerebros apetitosos. Esa es su única motivación.
Los caminantes de ‘Juego de Tronos’ encajarían en esta descripción. Y los de ‘Zombies Party’ (2004). Todos los de Romero, Fulci y los zombis del ‘Amanecer de los muertos’ de Zack Snyder, remake de la película homónima de 1978, son canónicos.
Infectados
- Son obra de exposición a un virus, bacteria, hongo o parásito, incubado durante un tiempo indeterminado. Podrían curarse.
- Son rápidos. Algunos son más lentos pero mejor no tentar a la suerte: puede que la infección les confiera otras capacidades sobrehumanas, como el casi inmortal Nemesis-T Type de ‘Resident Evil‘.
- Pueden recordar vagamente quienes fueron y, por tanto, son más inteligentes y peligrosos que una masa de zombies.
- Mueren por heridas ‘mortales’ o desangramientos. Recordemos que no son muertos vivientes, sino personas enfermas y mutadas.
- No se alimentan (casi nunca) y suelen morir de inanición. Su comportamiento agresivo y demente atiende a la propia infección, y puede que posean motivaciones más allá de la sed de sangre.
Los contagiados de ‘rabia’ en ‘28 días después’, los de ‘Soy Leyenda’, la película (en la novela son vampiros y la luz los hiere) o los dementes ‘REC’, con cierta insinuación a un origen sectario conectado con plagas religiosas, serían buenos ejemplos.
https://youtu.be/c7ynwAgQlDQ
Y aún podríamos definir un tercer grupo. Muchas películas, series o videojuegos no atienden a estas reglas ni nomenclaturas: ‘Apocalipsis Z’ mezcla ambos fenómenos, igual que que ‘No profanar el sueño de los muertos’ (1974), una cinta española que nunca aclara las reglas del juego.
En ‘Resident Evil’ (2002), un virus de laboratorio se descontrola y, tras unos primeros muestreos e infecciones controladas, se extiende por toda la población de Raccoon City. Y aún así, Capcom, desarrolladora del videojuego, siempre ha insistido en que sus monstruos pixelados son zombis. Ante la duda y, si no tienes a mano un arma cargada o una motosierra afilada, corre. Corre hasta que ya no puedas correr más.
Imagen de cabecera | Fotograma comercial de ‘Zombies Party’