No es casualidad que las docuseries de crímenes y sobre asesinos en serie proliferen en las plataformas de contenidos. El true crime ya es un sub-género en to
da regla y cuenta con una gran legión de adeptos.
El material con el que trabaja es casi inagotable al ser un tipo de narrativa que se alimenta de la realidad. De ahí que se hayan ido incorporando tantos títulos que exploran los casos más sonados, como en España, ‘El Caso Alcasser’, disponible en Netflix.
A su vez, da de comer al cine y a la televisión. Son muchas las historias ficticias que se basan en estos perfiles de asesinos en serie para imaginar a sus antihéroes, tan de moda en las series actuales.
Pero, ¿qué se puede encontrar de gratificante como espectador en la historia de un crimen real? ¿Cómo se ha generado esta fascinación por los antihéroes, de ficción primero, y reales después? Analizamos este fenómeno y repasamos alguno de sus éxitos, que puedes ver en Netflix,la especialista en true crime a través de Orange TV
Docuseries de crímenes: más allá de la tragedia
Puede parecer morbo, pero el interés reside en algo mucho más complejo que conocer los detalles más escabrosos. En las docuseries los crímenes son solo el (trágico) telón de fondo. Los hechos que sirven de contexto para contar otras historias, para profundizar en las mentes de quienes los cometen y hablar de psicología (el asesino, ¿nace o se hace?), para analizar el sistema que juzga estos crímenes y descubrir también sus errores.
Derecho, psicología, ciencias forenses, psiquiatría… Son muchas las materias de las que puedes llegar a aprender viendo docuseries. Pero su mayor atractivo reside en su realismo. No tienen más recursos narrativos que contar una verdad, una asombrosa. No hay guiones ni efectos especiales (en algunos casos, ni voz en off), pero no faltan los los elementos sorpresivos. En este caso, es la propia realidad la que proporciona esos giros inesperados, confirmando ese aforismo de que a veces puede superar a la ficción.
http://youtube.com/watch?v=mWPbC9Fp-yk
Sucede algo parecido cuando ves una película sobre el holocausto: bastaría que la historia fuera ficticia para que te tocara por dentro. Pero es cuando piensas que aquello sucedió de verdad cuando se te agarra a las entrañas. En las docuseries, son sus protagonistas y los que investigaron los hechos los que van hilando la historia, a partir de sus testimonios.
Y es que, si te atrapan las peripecias de un asesino como ‘Dexter’, tratando de fingir que es ‘normal’ mientras sus víctimas se acumulan en bolsas de basura en el fondo del mar, ¿cómo no va a hacerlo un auténtico asesino en serie tratando de explicar sus motivaciones, de entenderse a sí mismo?
Asomarse al abismo
https://www.youtube.com/watch?v=GQL7MRQBmWk
Aproximarse a la oscuridad de estas mentes asesinas, como el que intenta entender los misterios del insondable universo, es algo que genera inquietud y, al mismo tiempo, no puede evitarse. Aunque, a pesar de esos sentimientos que despiertan, sigue resultando incomprensible ver en las sesiones del juicio a Ted Bundy, asesino confeso de 34 mujeres, a toda una legión de fans; auténticas groupies que le seguían, atraídas por su carisma.
La atracción que provoca este formato es la misma que despierta lo prohibido o lo complejo; lo que no entendemos ni podemos conocer de cerca. Es abrir una ventana a un mundo desconocido, pero desde tu mundo seguro. Es comprender cómo una mala infancia en combinación con un profundo rechazo social puede acabar por despertar a ese monstruo latente.
Porque, aunque sea un universo desconocido, sigue siendo parte del mundo real. Es en esta sociedad donde suceden cosas inimaginables: desde presuntos inocentes condenados a muerte erróneamente en base a una confesión arrancada ilegalmente (‘The Confession Tapes’) hasta asesinos muy reales cuyas mentes son objeto de estudio desde la aparición del fenómeno de los serial killer y la invención paralela de la perfilación criminal por parte del FBI (‘Las cintas de Ted Bundy’, ‘I’am a killer’). O juicios que darían para argumento de una de esas cintas del gran Hitchcock en las que la sombra de la duda planea sobre el inocente pese a su enjuiciamiento como culpable, como en ‘The Staircase’.
https://www.youtube.com/watch?v=sLmSDayGg6M
En esta tremenda historia contada en tiempo real un hombre se enfrenta a la muerte en lo que parece un desgraciado accident) de su mujer y a un juicio por, presuntamente, haberla matado. Su punto de vista aporta una visión de los hechos muy diferente a la que se va dibujando durante su largo proceso judicial. Seguir cada jornada, sin saber qué le deparará el futuro, se torna muchísimo más emocionante que cualquier serie, por muy espectaculares que sean sus arcos argumentales.
Es el ganador de un Oscar por otra gran historia sobre los errores del sistema judicial norteamericano (‘Un culpable ideal’, 2002), Jean-Xavier de Lestrade, quien firma esta historia para Canal + Francia y que ha arrasado en Netflix. La plataforma no solo recuperó la historia original, sino que volvió a ella cuando se produjeron novedades en el caso, contando con Lestrade para continuar la historia y abarcando así quince épicos años de lucha contra el sistema.
Los otros culpables
“Siempre me ha parecido que la mayor amenaza a nuestra libertad no proviene de la gente que comete crímenes, sino de la manera que el gobierno tiende a responder a ello, y la manera que en que el gobierno suele tomar el poder por sí solo, como si hubiera un vacío que alguien debiera llenar y el gobierno tuviera que llenarlo”
David Rudolf / abogado, 'The Staircase'
Y es que no todos los criminales de las docuseries de crímenes lo son. Si algo se aprende viendo estas historias es que los buenos no siempre son los buenos ni los malos son siempre lo que parecen afirmar las pruebas. Muchos de estos casos plantean algo más que una duda probable, pese a que sus protagonistas han acabado en la cárcel.
El caso más escandaloso y el que supuso el relanzamiento del género, pese a no ser nuevo fue el de Steve Avery, narrado con gran maestría por Netflix en ‘Making a Murderer’. El éxito de la docuserie traspasó las pantallas y llegó a materializarse en una petición de indulto al entonces presidente Obama para los dos condenados (o, más bien, incriminados) firmada por más de medio millón de personas.
Pero ya removió conciencias mucho antes el cineasta y ganador de un Oscar al que se considera padre del género, Errol Morris, con su primer trabajo, ‘La delgada línea azul’. En este documental el exinvestigador privado reabre el caso de un hombre condenado a muerte por matar a un policía. Solo que él no lo cometió, como demuestra esta pieza de realidad documentada y premiada con cinco galardones y nominada a otros doce.
Tanto ese trabajo titánico y heroico de abogados por demostrar la inocencia de sus clientes cuando lo tienen todo en contra como las investigaciones de los propios documentalistas aportan una gran cantidad de material valioso e interesante desde el punto de vista narrativo.
Las historias de los inocentes condenados encajan, después de todo, con un clásico de la narración, que engancha desde que el hombre empezó a contar historias: el gran viaje del héroe, la odisea del que se enfrenta a obstáculos y encrucijadas para llegar a su destino y vencer al mal. Pero es también la odisea de quienes cuentan su historia o le ayudaron a demostrar su verdad.
Fotos | IMDb/Conversaciones con asesinos: Las cintas de Ted Bundy (1) y (2), IMDb/Making a murderer